martes, 24 de julio de 2012

Capítulo 12

Antes de que Carlota pueda responder a el chico de la comisaria, este cuelga y la deja con los pitidos, señal de que la llamada ha llegado a su fin. Ella también le da a la tecla roja y deja su móvil sobre la pequeña mesilla que tiene al lado. Se levanta de la cama, no le apetece retozar entre las sábanas hasta que le venza el sueño. Mira por el enorme ventanal y se sorprende al ver que no está lloviendo. Opta por salir a la terraza. Abre la puerta de su cuarto y camina por un pasillo hasta llegar a unas puertas de cristal, les da un leve empujón y se abren. Contempla que todo está oscuro, solo se ve a lo lejos algún coche, farolas encendidas, y alguna ventana con luz. Se sienta en un sillón de mimbre y empieza a pensar. Siempre ha dicho que pensar es algo horrible, porque siempre acabas en el mismo sitio: tus recuerdos. Y esta ocasión no se salva. Va directa a donde tiene que ir: París.
Las callejuelas de la capital de Francia, son preciosas. Parecen todas sacadas de una película antigua, solo faltan los carruajes de caballos, vestidos llenos de volantes, señores caminando elegantemente con sus bigotes...Una Carlota de unos 15 años contemplaba todo esto desde su ventana. Su último día en ese lugar, mañana a primera hora volverían a España. Ahoga un suspiro al ver la Torre Eiffel a lo lejos. Tontea con su móvil en sus manos, intenta saber que hacer. Si llamar, o no llamar. Se levanta de la repisa de la ventana y coge su gabardina. Ni una ni la otra. Coge unos guantes blancos y se coloca una boina del mismo color. Abre la puerta de su casa y sale a la calle. Un golpe de aire frío golpea su pelo y lo descoloca levemente. Se enfunda en su gabardina hasta que solo se le puedan ver los ojos azules y camina por las calles de París. Contempla cada pequeño detalle por pequeño que parezca, porque sabe que esta es una de las últimas veces que los ve, y eso la llena de melancolía. Lleva desde los ocho años sintiendo esa sensación, y cada vez le duele un poco más. Está deseando de que por fin se instalen en algún lugar, donde no tenga que aprender ni un nuevo idioma, ni tenga que hacer nuevas amistades que sabe que no llegarán a durar 3 años. Traga saliva con fuerza y siente un nudo en la garganta. Lo reprime mirando al cielo que se va nublando. A los minutos llega a un portal de barrotes blancos. Lo mira. Cuantas veces habrá estado allí, compartiendo risas, confidencias, consuelos, fotos, sonrisas...Suspira. 'Creo que hoy va a ser la última cara triste que pase aquí.' Toca el timbre que tiene a su derecha y espera la respuesta.
-Oui?-La voz femenina que lleva oyendo desde hace 2 años, contesta.
-Charlotte.
-¡Ahora bajo!-Habla con su acento francés, pero pasando tanto tiempo con Carlota, sabe hablar español a la perfección. En el minuto que tarda Helena en bajar, Carlota está sentada en un banco en frente de su portal. Cuando ve aparecer a una deslumbrante rubia de ojos verdosos se levanta y se acerca a ella conteniendo las lágrimas. La abraza mucho más tiempo de los normal, y para cuando se han separado Helena aprecia que los ojos de su mejor amiga están rojos y no duda en apretarla contra ella hasta que se tranquilice y puedan hablar con tranquilidad. Aunque ya sospecha de que se trata. Helena no va a llorar, no se lo permite a sí misma. Se quedan unos segundos más, así, abrazadas, mientras algunos copitos de nieve empiezan a caer sobre todo París. Entonces las dos se separan sin hablar, aunque Helana no para de tocar a Carlota, hasta que se sientan en el banco y entonces, lo que menos le gusta a Carlota comienza: Las despedidas.
-Yo...No sé por donde empezar.-Mira a su mejor amiga, esta a su vez la mira con una mirada de ternura extrema, dándole así el tiempo que necesite.
-Nos vamos. Mi padre y yo nos tenemos que ir a California. Y...-Traga saliva, realmente básicamente es eso lo que le tenía que decir.-No creo que soporte estar sin...Nuestras locuras, y... nuestras risas y... creo que no voy a poder seguir sin recordarte.-A Carlota se le apaga la voz. Lo dice completamente en serio. Ella es la única persona del universo que la conoce, la comprende, la ayuda, la hace reír,  y sabe como hacerlo. La quiere mucho.
Helena se toma su tiempo para asimilar las palabras de su compañera de el día a día. Se lo esperaba, pero no puede evitar que le duela, lo único que puede hacer es abrazarla. Y eso es lo que hace, la abraza todo lo fuerte que puede, pensando que de alguna forma, se paralice el tiempo y se queden así, para alguna eternidad que otra. Se oyen sollozos por parte de las dos chicas, que se saben que ese va a ser uno de sus últimos encuentros.
-No quiero que te vayas, Lota...No quiero...-Sorbe por la nariz.
La chica de pelo negro, no responde. Está rota, le duele. Le duelen todas las despedidas, pero sin duda, esta es la que más le está doliendo. Abre los ojos, y contempla por encima del hombro de su mejor amiga que nieva, nieva mucho. Lo mismo hace Helena, pero reacciona y ante la mirada atenta de Carlota, sube a su casa. La chica de ojos azules se queda confundida mirando el portal, aún con lágrimas resbalando por sus mejillas. Poco después aparece con una Canon entre sus manos y un cordel al rededor de su cuello.
-¿Una... última foto?-Helena dice esto sonriendo, pero sus ojos demuestran lo contrario.
Coloca la cámara en el banco y pone el temporizador. Unos 10 segundos y la cámara ha captado el momento en el que las mejores amigas se abrazan de pie, con sus cabezas hundidas en el cuello de la otra, mientras los copos de nieve se precipitan hasta el suelo. Pero hay otra foto después de aquella. Esta es de cerca, aparecen sus ojos azules y verdes, sus labios sonrientes, sus ojos rojos, con alguna lágrima, el pelo negro de Carlota con su boina blanca, el pelo rubio de Helena, su maquillaje levemente corrido... Y esa la última foto que se echan juntas. Al día siguiente Helena aparece en el aeropuerto para despedirse de su mejor amiga. Lloran, y se abrazan, no quieren separarse. Carlota se quita su boina blanca y se la entrega a Helena.
-No me olvides, pequeña.-Y le da un último abrazo antes de embarcar. Ese sí es el último abrazo.

De vuelta al presente, Carlota está llorando recordando ese mismo instante. Pero no fue así, unos meses después de llegar a California, perdieron el contacto. No sabe el motivo, simplemente dejaron de llamarse, dejaron de llegar cartas, dejaron de hablar por Skype... Los momentos quedaron en recuerdos, y los recuerdos los encerró para siempre en su mente. Pero no muy bien, por que de vez en cuando los recuerdos se abren paso por las rejillas y... bueno se desatan en lágrimas.
Se queda allí, dormida, cansada de tanto pensar, cansada de los recuerdos, cansada de gente desconocida, cansada de tener que fingir que no le importa que su madre se vaya a la otra punta del mundo, cansada de que su padre no confíe en ella. Y así, enfadada con todos, se duerme. Pero lo que no sabe la chica de ojos azules, es que pronto todo se tornará distinto, el destino se ocupará de eso.

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