martes, 8 de mayo de 2012

Capítulo 4

-Lo siento muchísimo, no quería hacerlo, perdón. -Dice Carlota agobiada.
-Eh, tranquila.-Mario se toca la mejilla comprobando que sale abundante sangre de ahí.
-¿Cómo voy a estarlo?
-Estándolo.-Hace amago de levantarse, pero no lo hace.
-Vamos a buscar algún sitio donde te puedan curar eso.
-No, déjalo.
-¡Venga ya! No me lo discutas. Esto es lo que te pasa por robar, y por hacerme estar en la comisaría.
-Yo no te obligué.-Mario dice esta frase a modo de reproche.
-Ya pero robaste, venga levantate de ahí.-Le ordena Carlota.
Mario se levanta del suelo por fin, Carlota sujeta el paraguas bien fuerte y comienzan a caminar.
Los dos chicos andan por la calle, esa lluvia no para, debajo del paraguas la chica se preocupa por él. Es un creído, y lo odia, pero es demasiado buena para abandonarle a su suerte. Le está sangrando la herida, van callados, nadie habla.
-Tápate la herida con la chaqueta te está saliendo sangre.
-No pasa nada.
-¡Que te la pongas!-Carlota le ha dicho esto mirándole a los ojos, seria.
El chico la obedece y siguen andando bajo el paraguas mientras que la lluvia suena encima de ellos.
-Allí hay un Starbucks, no tendrán problema en curártelo.
-No hace falta.-Mario no quiere molestar a la preciosa chica, además se siente un tanto culpable, pero solo un poco.
-Shh, calla, no pretendo ser amable, solo quiero que te curen eso ya, y quiero irme.-El chico siente una punzada y la culpabilidad desaparece.
Cruzan la calle apresurados, pues el muñequito verde ya estaba parpadeando. Pronto llegan al Starbucks y entran, no se les oye mucho, pues allí dentro hay mucho ambiente, además de mucho ruido, los chicos se acercan a la barra. 
-Perdone, -le dice la chica a un camarero que en ese momento se para- ¿tienen un botiquín por aquí?
-La verdad es que sí, ¿para qué?
Carlota invita al chico a que se destape la herida y el camarero la mira horrorizado.
-Pasar por aquí. -Les indica una pequeña puertecita de madera a la altura de la cadera. La chica pasa y acto seguido, pasa el chico también.
Después de andar poco menos de dos minutos salteando a los camareros más curiosos, llegan a una sala, donde hay vasos, y botes. Ella siempre había querido saber que hay detrás de esas puertas misteriosas de cualquier restaurante, bar, etc., pero ahora mismo estaba tan agobiada, que ni se fijó en dónde estaban, solo sabía que había pegado a un chico que casi ni conocía y que tenía miedo.
Colgado en la pared está el botiquín blanco con una cruz roja en medio, el camarero lo abre y busca algo que por fin encuentra.
-Lo mejor será desinfectarlo para que esto no sea más grave. -Dice con voz preocupante, moja en un algodón un poco de ese líquido y acto seguido empieza a dar pequeños y flojos golpes en la mejilla del Mario, este no ha dicho nada desde que entraron, ahora cierra los ojos queriendo decir que le duele.
-Sé que duele, pero aguanta un poco -Dice el camarero muy atento a la herida del chico.
-Lo hago. -Habla por primera vez en un buen rato.
El camarero le termina de poner una especie de tirita, pero un poco más grande en la parte de la herida. Se aleja un poco del chico y le mira.
-Yo creo que ya está, ha dejado de sangrar, y por si acaso le he puesto una tirita. -Dice el camarero feliz por su trabajo.
-Muchisimas gracias, le estamos muy agradecidos.
-De nada. -Sonríe.
Salen por fin de allí, y vuelven a traspasar la pequeña puertecita de madera, el camarero sigue con su trabajo. Ella va a salir por la puerta, pero él la detiene.
-¿Qué haces? -Dice ella desesperada, ya le han curado, ¿qué más quiere?
-¿Por qué todo te lo tomas como si fuera ''un yo que sé''?
-¿Y por qué no? Ni si quiera te conozco.
-Porque yo no te he hecho nada malo.-Agacha la cabeza. Parece un niño.
-¡Ah, no! Solo robarme el móvil y ser un descarado.
-¡Eh! Tranquila, ese fue mi amigo y tú me has pegado.
-Me da igual, ¿me dejas irme?-No le da igual, estaba bastante preocupada, pero sí quiere irse.
Le suelta el brazo.
-Pero espera, por favor, déjame que te invite a algo, es lo justo.
-No me apetece. -Ella sonríe descaradamente.
-Me merezco una recompensa, después de tu golpe.
Lo piensa un momento, ya son casi las doce, la clase empezaba a las once y media, ya no llega, y de todas formas se va a tomar un Frapuccino de crema de chocolate gratis, ¿por qué no?
-Bueno, pero solo por el golpe, no te creas.
-Está bien, ve mirando si hay mesas, yo pido, ¿qué quier...?
-Frapuccino de crema de chocolate, ojalá todas las mesas estén ocupadas y nos vayamos ya.
El chico pasa el último comentario por alto.
Carlota se separa poco a poco y se da la vuelta, sube unas escaleras inmensas, llega a la parte de arriba y hay infinidad de sitios ocupados, pero unos cuantos libres, se dirige hacia uno. 
Por su parte el chico pide los Frapuccinos de crema de chocolate y de crema de vainilla mientras que piensa en todo lo que ha pasado desde ayer, no está mal ha conseguido que una chica se tome algo con él, y no es una chica cualquiera, está buena. Carlota piensa en por qué está allí, no conoce a ese tipo de casi nada, pero ya le ha pegado, él tiene su móvil, se han visto dos veces, le ha llamado preciosa, y ni siquiera sabe su nombre, definitivamente: está loca. No mejor, él está loco.
Al lado de la mesa que ella ha escogido para sentarse hay una pareja joven, se están dando besitos y tomando lo que parecen unos cafés, se niega a mirar mucho por que no quiere ser cotilla, pero aún estando de espaldas les escucha.
-Te quiero. -Dice la voz del chico.
-Sabes que yo más. -Le responde la chica, Carlota no les ve la cara pero sabe que están muy cerca, que ella sonríe, y que pronto se besarán.
-Nunca nada podrá separarnos.
-Nunca.
Se callan. Carlota piensa que es un beso, largo y apasionado de ellos dos, sino, no hay otra razón de por qué el silencio. Tras el largo silencio el dice un ''te amo'' y Carlota confirma lo que pensaba: ''era un beso'' piensa. Carltota deja lo de enamorarse para más adelante.
Mario llega por las escaleras, busca un momento y la ve, se acerca hasta ella.
-Ya estoy, preciosa. -Sonríe, sincero. 
-Ahórrate lo de preciosa.
-Vale, aquí tienes. Por cierto, ¿cuál era tu nombre?
-Carlota.
-El mío Mario, gracias por preguntar.
-De nada. -Sonríe sarcástica, quiere tomarse ese Frapuccino cuanto antes, ¿por qué habrá aceptado? Tonta, tonta, tonta, con lo bien que estaría ella en casa y el asco que le da aquel tío, pero... Pero nada.
Él la observa cauteloso.
-¿Tengo monos en la cara, en serio?
-Borde.
-Vale.
Los chicos de la mesa de detrás se van, cogidos de la mano, y Carlota les envidia. El silencio se apodera de la mesa de Carlota y Mario, como unos diez minutos, lo único que hacen es beber sus Frapuccinos, vainilla y chocolate. Carlota espera que hoy sea el último día en el que vea a aquel chico, Mario, por su parte, espera que su padre no se levante. 

4 comentarios:

  1. Me encantó tu blog ^^
    Sigue así, de veras, te sigo :)
    te dejo aquí el mio por si quieres echarle un vistazo, y ya me darás tu opinion <3
    http://poesiaurbana-mc.blogspot.com.es/
    Un beso ^^

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  2. Me encanta el blog, muchísimas gracias por seguir.
    Un beso guapa ^^

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  3. Nyaah, mola ^^ Avísame cuando subas más capítulos, ¿okis? :) Besos :D

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  4. Está bien, te avisaré :D Me voy a leer los tuyos. Beesoooos :D

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