miércoles, 2 de mayo de 2012

Capítulo 3


Carlota abre los ojos lentamente. Pero los cierra de pronto a causa de un rayo de sol que entra por la ventana y se refleja en su cara. Se mueve molesta y se tapa con la manta hasta cubrirse completamente con ella. Esta muy confusa no recuerda nada desde que se metió en el coche. Abre los ojos debajo de la manta y se los frota suavemente. Estira los brazos y los saca por encima de su colcha para poder ver algo. Observa con los párpados entrecerrados una ventana enorme, con unas cortinas blancas con flores.
''Mi cuarto'' Piensa la chica nada más ver las cortinas. La confusión se desvanece ya sabe que esta en su cuarto, en el último piso de la casa, donde las paredes son blancas y donde tiene su cama matrimonial con una manta que parece representar las rayas de una cebra. Se levanta de la cama y se sienta en ella tocando así su mullida alfombra blanca. Mira hacia delante y divisa su escritorio color madera con su silla blanca, y su pequeño portátil Apple. Estira todo su cuerpo bostezando. Mueve sus pies en la alfombra e intenta ordenar las lagunas de la noche anterior, o mejor dicho de esta mañana. Recuerda al chico de la cazadora de cuero, que parecía llamarse Álex, ese fue el que pegó al de los ojos azules. Recuerda a ese chico fumándose un cigarrillo. Poco a poco va encajando pequeños momentos del rompe cabezas de esa madrugada. Mira sus pies jugando con los pelillos de la alfombra. Mira hacía atrás y observa la puerta de su baño, un ''puf'' rosa palo, y su pared llena de fotografías y pósters. Por fin decide levantarse. Pisa el frío suelo de madera, un escalofrío recorre su cuerpo, y la hace estremecer. Sacude la cabeza, y se agarra su larga melena negra hasta hacerse un moño. Avanza hasta el gran ventanal, y contempla perpleja que aun está lloviendo. Sale por la puerta de su cuarto y escucha ruido en la cocina. La curiosidad la guía para bajar a toda prisa por las escaleras, parecen eternas. Llega a la cocina, esta todo lleno de baldosas blancas y negras. Un comedor normal. Al ver allí a su madre la sorpresa es mayúscula, pero no se lanza como una loca a por ella, no le ha cogido mucho cariño, no le ha visto muchas veces en toda su infancia, y adolescencia. No tienen muchos lazos. Pero se ve obligada a fingir.
-¡Mamá!-Corre hacía ella y la abraza.
-Buenos días, cariño.-Su madre se separa de ella.
-¿Qué tal el viaje a París?-Carlota imita a su madre y se separa de ella, avanza hasta la nevera, saca un zumo natural embotellado y se lo sirve en un vaso de cristal.
-Agotador, como siempre. Las chicas parisinas tienen un buen gusto, pero son demasiado refinadas.-La madre de Carlota para su relato para dar un sorbo a su café.-¿Te puedes creer que me trataran de usted, mientras observaba una de las peluquerías? Es increíble.
Carlota asiente a todos los comentarios de su madre sobre París. Ella ya vivió una temporada allí, y prefiere no recordar nada más, es cierto que es un lugar precioso, con una cultura espectacular, pero le duele recordar las amistades que dejó allí. Desde ese lugar, ha decidido no hacer más amigos, ¿para qué? Si al final, se iría de ese sitio, y tendría que olvidarse de ellos. Es mejor no tener lazos y evitarse el ''adiós''.
-¿Lota? Tierra llamando a Carlota.-Andrea mira con cara interrogante ante la mirada perdida de su hija.
Esta asiente y sonríe, se ha dado cuenta de que ha cambiado de cara al pensar en aquello.
La madre recoge su taza y la mete en el fregadero. Se mueve con gracia, va recta, sus pies van siguiendo una línea, y mantiene la cabeza bien alta. Cualquiera que viera a Andrea por la calle, pensaría que tiene entre treinta y cuarenta años, pero, lo cierto es que tiene cuarenta y seis, pero parece tan joven, que cualquiera que no supiera su edad la envidiaría, como ya hacen muchas. Andrea apoya sus manos sobre la encimera de forma que tiene su espalda contra ella y mira a su hija directamente.
-¿Qué vas a hacer hoy, cariño?-La chica sabe que es una pregunta trampa, así que se piensa su respuesta. Sabe que sí le dice que no tiene pensado nada, le invitará a irse con ella a el próximo viaje que tenga, y si dice que tiene algún plan, sacará su lado dramático y la convencerá. Todos los caminos llevan a Roma. Carlota suspira para sus adentros.
-Pues la verdad, tengo este mediodía clase de francés.-Es convincente, además, no es mentira.-Y luego tenía pensado ir de compras...-A la madre de Carlota se le iluminan los ojos, en ese momento la chica sabe que lo ha estropeado.
-Si quieres puedo pasarme a recogerte y nos vamos las dos de compras, ¿qué te parece?- Y ahí esta lo que esperaba.
-Pues..-Da un trago largo de zumo, así dándose tiempo para pensar una respuesta creíble.
Pero justo entra su padre y la salva.
-Buenos días princesas.-Su madre sonríe y se apresura a darle un suave y corto beso en los labios, aunque lo suficiente, para que la chica de pelo negro salga huyendo hacía su cuarto. Sube las escaleras a toda prisa e ignora los gritos de su madre llamándola. Se encierra rápidamente y se sienta en su 'puf'. Mira el ventanal y observa que no a parado de llover. Se levanta, no quiere perder tiempo. Coge un vaquero, una camiseta, una rebeca, unas botas 'Haunter' de lluvia y se los pone a toda prisa. Divisa un paraguas azul cielo, y lo mete dentro de su bolso junto a su libro y cuaderno de francés. Abre la puerta lentamente y baja las escaleras sin hacer ruido. No le apetece que su madre la pille y le pregunte sobre las compras de nuevo. Coge las llaves y grita antes de cerrar la puerta: ¡Adiós! Sale corriendo y abre su bolso cogiendo rápidamente el paraguas y abriéndolo. La lluvia repiquetea contra el paraguas azul cielo. Carlota mira nerviosa el reloj, que marca las once. A dormido poquísimo, si su memoria no le falla llegó a casa a las cinco de la madrugada. Saca su mano del bolsillo y cuenta. 1..2..3..4.. y media, cuatro horas y media. Gira la cabeza y se observa en un cristal. Ojeras. Lo que sospechaba. Además, sin maquillar y con la cara que tiene de haberse levantado hace media hora, no le mola nada las pintas que lleva. Suspira mientras el repiqueteo sigue sonando encima de su cabeza. Camina entre mil calles de Madrid, podría haber cogido el autobús, pero no tiene mucho sentido, ya quedarán tres manzanas para llegar a su clase particular. Su padre la apunto porque quiere que recuerde las tardes en Francia, con él. Pero haber vivido aproximadamente tres años en París, le sirvieron para saber un nivel de francés espectacular. Más nivel que cualquier persona de su clase. Carlota se para en seco al oír la canción de su móvil. Lo saca de su bolso y observa un número desconocido para ella. La curiosidad le puede una vez más. Le da al botón verde y escucha una voz que le resulta extremadamente familiar.
-Hola preciosa.-Escucha la voz, pero no cae.
Derrepente un chico cruza la calzada rápido, sorteando los conos azules y llegando hasta el lado de la chica del pelo negro. Carlota observa un móvil en su mano, tampoco le presta mucha atención y el chico habla.
-Hola, preciosa.-El chico apaga el móvil y Carlota observa el suyo, en su pantalla pone: ''Desconectado'', acto seguido la pantalla de la llamada se quita y sale su fondo de flores en su BlackBerry. Entonces Carlota cae en la cuenta de que aquel chico es el que fumaba en la puerta de la comisaria nada más soltarle su padre.
La chica evita mirarle y sigue caminando. Pero Mario ya tenía previsto esto, y avanza hasta ella.
-¿No te ha enseñado tu padre buenos modales?
La chica no da su mano a torcer y sigue evitándole.
-Umm.. Ya veo, tampoco te ha enseñado a guardar tu móvil.-Mario agita su cabeza de forma negativa.
La chica se queda quieta, para en seco. Y vuelve a encajar todo. Por eso su móvil no estaba en su sitio, y por eso ese chico tiene su número de móvil. Se gira. La ira resbala en sus ojos.
-Y veo que tampoco te ha enseñado a usar el corrector para las ojeras.-Entonces Carlota no puede más, salta hacía él. El chico esta sorprendido y no puedo evitar caerse al suelo ante el empujón de la preciosa chica.
-¡Pero serás cabrón! ¿Qué te crees?-La chica esta sentada encima de su tripa e intenta alcanzar su cara con las palmas de sus manos, pero Mario se protege con sus brazos. El paraguas esta tirado en el suelo y se mojan. Están llenos de agua. Pero esto no les importa eso ahora mismo.
-¡No, mi padre no me enseño! ¡Mi padre es el policía que te arrestó! ¡Mi padre es mi padre! ¡Si alguien no ha enseñado modales a nadie es tu padre a ti! ¡Y por tu culpa y por la de tu amigo, tengo estas horribles ojeras!-Carlota grita esto lo más alto que puede, por culpa de la ira. La gente los mira, pero no hacen nada. Pasan de largo. Solo son miradas curiosas, sin compasión.
El chaval para de defenderse a causa de lo que ha dicho Carlota, pero una de las manos alcanza al chico y le abre la herida que le hizo el otro chico esa madrugada. Entonces empieza a sangrar abundantemente.
-Por dios..-Carlota se queda paralizada. Alcanza el paraguas y cubre a los dos.

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