jueves, 31 de mayo de 2012

Capítulo 6

Cuando se da cuenta de que está en medio de la puerta, irrumpiendo el paso a la gente se aparta y dirige la mirada a Mario que la observa. Por un momento Carlota se pierde en sus ojos azules pero en el momento vuelve en sí: quiere irse, debe irse, y no hay peros. Vuelve hacia la puerta y la abre con decisión, la lluvia a parado pero las nubes siguen ahí, Carlota tiene unas tremendas ganas de irse a su casa, echarse en su cama. Se mete las manos en los bolsillos y sigue andando con la mirada baja, cualquiera diría que está triste o incluso llorando, pero solo piensa, y piensa, y vuelve a pensar. Anda por Madrid, la ciudad en la que se va a quedar. Saca su Blackberry de su bolso y mira su foto, antes tenía una con su mejor amiga de pequeña, pero la quitó, no le gusta recordar aquello. Tuenti no hay novedades, raro que ella tenga novedades. Bloquea el teléfono y lo vuelve a meter en el bolso. Ahora anda mirando hacia arriba.
Mario, por su parte, sigue en aquella silla, mirando hacia la puerta. Se acerca un camarero.
-¿Me lo puedo llevar? -Mario sale de su mundo y mira al señor señalando su batido.
-Eh... sí, sí, ya he terminado.
El camarero lo coge y lo pone en su bandeja, él se levanta y se dirige hacia la puerta, por alguna extraña razón rápidamente se da la vuelta justo antes de salir y ve al camarero que le ha curado hace un rato. ''Gracias'', llega a leer el camarero en los labios del chico, el camarero le guiña un ojo y sigue su trabajo feliz de lo que ha hecho. Empieza andar, no demasiado rápido, no quiere ir a su casa, pues sabe que allí su madre le preguntará por qué llega tarde, y muchas cosas más, mira el móvil, tiene un mensaje de Jake: ''Estamos en la plaza de siempre, vente'', puf, él sabe que no debe ir pero, ¿qué otra opción tiene? Cambia de dirección y se dirige hacía allí. Por alguna extraña razón piensa en aquella chica de pelo negro. Realmente es preciosa. Y sus ojos, madre mía con sus ojos, son azules. Pero de esos azules claros de azul cielo, exactamente igual su paraguas. Sonríe, y acto seguido sacude la cabeza, ¿qué hace pensando en sus ojos? ¿y en su paraguas? Es ridículo. En unos pocos minutos más llega a la plaza. Está llena de niños con sus padres, unos aprenden a montar en bicicleta, otros al escondite Inglés. Pero Mario no busca niños, busca entre la gente. Enseguida lo divisa, ve que hace gestos con la mano. Mario no va a moverse más. Un chico de unos 28 años se acerca a él.
-¿Y los demás?-No esta acostumbrado a  verlo a él solo, sin su panda.
-Eso no es para lo que has venido, Mario.-El chico asiente, comprende, es lo de siempre.-¿Ves ese coche azul?
Mario asiente de nuevo.
-Lo quiero hoy, a las nueve en el callejón.-El chico se va a ir ya, sin si quiera despedirse. Pero Mario habla:
-No.
Se gira en seguida. Su rostro muestra sorpresa y odio.
-¿No, qué?
-No voy a robar nada más para vosotros. No voy a sentarme en las sillas grasientas de esa comisaria nunca más. Eso es lo que significa ese: ''no''.
-Ingenuo.
-No Jake, de ingenuo nada, me estáis jodiendo, eso hacéis. Así que ve a comerle el coco a otro chaval.-Es la primera vez en toda la conversación que Mario menciona su nombre.-Me voy.- Mario empieza a andar.
-De eso nada chaval.-Jake agarra a Mario por el brazo con fuerza, demasiada.
-Tío suéltame, me haces daño.-Mario se gira hacía el chico que le coge, y se percata de su expresión asesina.
-Hoy, a las nueve.-Repite con semblante serio Jake.
-No.
El chico que le tiene agarrado lo tira al suelo sin esfuerzo. Mario lanza un gemido, y se queja inmediatamente. Toda la gente se fija en ellos y acuden en su ayuda. El chico de ojos color miel se percata de que un padre saca el móvil y llama a la policía. Así que se acerca al oído de Mario y susurra rápido antes de echar a correr: ''A las nueve, o no acabarás en pie el próximo día''.
La gente empieza a aprisionar a Mario, pero una voz familiar le hace entrar en razón.
-Yo creo que tienes un imán para los golpes, chico.-Carlota se hace paso entre la gente.
Carlota ha estado observando hace un rato, y es que se sintió horrible al haber dejado a ese chico plantado. Vale que fuera un chulo, y un descarado, le hubiera robado el móvil, y demás. Pero como la había mirado antes, ¿sabéis eso que parece que te puedes meter en sus ojos y sentir mil cosas? Pues más o menos eso sintió Carlota cuando le miró a sus dos océanos. Había regresado al Starbucks, solo le vió a lo lejos y decidió seguirlo, sin ningún propósito acosador, simplemente...Realmente no sabe muy bien por qué, pero a acabado allí de nuevo, a lado de Mario.
-No te puedes alejar de mi, eh preciosa.-El chico habla con una expresión de dolor.
-¿En serio crees que estas en posición de decir eso?-Carlota va diciéndole a la gente que se dispersen, que el chico idiota necesita un respiro. Carlota se sienta a su lado y mira al cielo, que se tiñe de amarillo a causa de los truenos y relámpagos. Mario en cambio la mira a ella: preciosa. Una gota cae en la nariz de la chica y esta la arruga molesta. Mario sonríe para sí mismo. Derrepente millones de gotas de agua caen sobren los jóvenes, el pelo de la chica se cala entero, pero no hace nada por evitarlo. En cambio Mario se levanta y se sienta a su lado. Miran al cielo, los dos cómplices. No saben por qué, pero por una vez, están juntos sin que uno no esté de acuerdo. Carlota lo observa un segundo, contempla el vendaje que tiene en la herida abierta, la tirada que lleva encima, y su pelo lleno de agua que chorrea en su camiseta blanca. Coinciden sus miradas azules, y sonríen.

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