sábado, 28 de abril de 2012

Capítulo 2

-Insensatos, ¿cómo se os ocurre poneros a pelear cuando sabéis que estoy en el despacho?-El padre de Carlota grita histérico.
-He sido yo, -dice Álex.- yo he empezado la pelea, déjenle a él libre.
El  policía no está muy por la labor de creerle. Cuando ha salido del despacho por la causa del grito de su hija ha visto a los dos chicos parados, de pie, el uno junto al otro, cuando se dieron la vuelta para mirar al policía éste vio en la cara de Mario una herida, no muy grave, pero sangrando en la mejilla izquierda, después de curarle un poco con agua oxigenada, que tenía por el despacho y ponerle un algodón estaba hablando con ellos.
-Carlota, ¿qué ha pasado aquí?-El padre de la niña, la escruta con cuidado.
-No lo sé, no lo vi, estaba en el baño, y cuando salí él estaba así, -señaló a Mario refiriéndose a su herida- y el otro le tenía agarrado.-Mira a Álex por el rabillo del ojo, y vuelve a mirar a su padre al instante.
El padre mira al chico de la chaqueta de cuero, y luego al de los ojos azules.
-Tú puedes irte, -mira a Mario que ya se dirigía a la puerta- pero espera, antes debes llevarte tus pertenencias y las de tu amigo.
-Bien.-Dice Mario sin ningún interés.
El policía vuelve a entrar al despacho pero esta vez dejando la puerta abierta y permitiendo ver a Carlota su interior, que pocas veces lo ha podido ver, pues no llevan mucho en esta ciudad. Vuelve a salir con una mochila, y acto seguido, se la entrega a Mario, este no se queja y la coge, la abre y mira su interior. Comprueba que está todo y, sobre todo, el móvil de su amigo, pues aunque no le ha gustado nada que cogiera el móvil de esa chica, ésta no está nada mal, tiene buen cuerpo, todo hay que admitirlo. Sonríe para sus adentros y antes de que el policía vuelva a entrar al despacho con Álex, dice una última cosa.
-Eh, chico, recuerda que si tienes una denuncia o arresto más, vas directo a la cárcel.
Se hace un incómodo silencio, y Carlota puede vislumbrar la cara de indiferencia que muestra el chico al que su padre le ha dirigido la palabra. Entonces alguien habla.
-¿Le podría decir algo, antes de que lo dejen libre?-Álex espera su respuesta.
-Que sea rápido chaval, y reza porque vengan a pagar tu fianza.-El chico se sacude la chupa con un gesto de indiferencia y avanza hasta él.
Carlota mira toda esta escena sin decir nada. Con un reloj que se quitó en el baño en su mano derecha y en la otra mano el bolso que cogió antes, exactamente son las cuatro menos cinco de la noche, hoy va a batir récord. ''Genial'', piensa para sus adentros con un cierto tono de ironía.
Álex se acerca a su amigo, le susurra cuatro números al oído que Carlota llega a oír.
-1256. -Dice Álex a la oreja de su amigo, rápido se da la vuelta y vuelve junto al policía.
Mario asimila rápido, nunca ha sido lo que se dice: muy tonto, pronto comprende que es el pin del móvil de su amigo.
Carlota mira a Mario, él está cerca de la puerta, antes de salir, y Carlota también, sabe que no puede hablar con gente que tenga antecedentes, pero... la curiosidad le puede.
-¿Qué ha sido eso?.-Dice Carlota corriendo hasta posicionarse a su lado.
-¿Y a ti que te importa?.-Mario abre la mochila y saca un cigarrillo.
-Borde.
-Lo sé, es una de mis cualidades.-Este le guiña un ojo y enciende el cigarrillo con un zipo que tenía en el bolsillo de la mochila
-Será defectos.-Le corrige Carlota mirando cada uno de sus movimientos.
-No, cualidades.-Mario da una calada al cigarrillo y suelta todo el humo en un suspiro.
''Gilipollas, ¿será imbécil?'', piensa Carlota para sus adentros. Mario sale por la puerta.
-Adiós preciosa.-Mario se despide de ella con la mano sin mirarla, pero sonriente.
Carlota no se digna ni a mirarle, ¿será creído el tío? Le da un escalofrío. Vuelve a mirar el reloj de la sala, cuatro y dos minutos, récord. Quiere salir de allí lo antes posible, mira en su bolso, busca su móvil, no está en el bolsillo de siempre, que raro, de todas formas lo encuentra un poco más al fondo, debajo del monedero, lo empieza a mirar y se mete en twitter, empieza a bajar y a subir; nada interesante.
Cualquiera que viera la vida de Carlota, desde fuera, querría tenerla: una casa gigante, mucho dinero, todos los caprichos que quiere y más... Delgada, ojos de un azul intenso, pelo oscuro y largo por debajo de los hombros, alta, la cara fina y muy bonita, labios carnosos y de color rosado... Pero no tiene una sonrisa encendida, a ella todo eso no le importa. Su madre es la directora de una gran cadena de peluquerías, que ella misma consiguió, pocas veces está en casa y siempre de viajes para comprobar que todas sus peluquerías están bien. Ella también se está mudando siempre con su padre porque siempre le están trasladando, y claro su madre solo va a los sitios donde se trasladan para dejarles dinero en la cuenta conjunta con su padre, para ver unos días a su hija y vuelve a viajar, pocas veces se queda más de tres meses. Casi que Carlota se ha criado sin madre, y eso le duele en el alma, por ello, y por más detalles, como tener que estar a las cuatro y cuarto en una comisaría porque a su padre le de miedo que se quede sola en casa. Carlota odia su vida, con todas sus fuerzas, muchas veces ve a niños con sus padres y les envidia, ojalá su madre hubiera estado con ella cuando sacó esos dieces en lengua, o cuando lloraba por caerse en el patio. Hasta sus diez años su madre viajaba muy poco, luego su empresa creció y cada vez la veía menos.
Vivían en Barcelona, luego Italia, luego California, algunos años después Francia, nuevo colegio, nuevo idioma, nuevas costumbres. Pocos años después volvieron a España, pero por distintas provincias, Sevilla, Huelva.. Y por último, con sus casi dieciocho años, llegaron a Madrid. Ahora ya tiene los dieciocho y ya no hay más traslados, su padre ya ha ascendido lo suficiente, ahora es él el que manda a la gente a otros destinos, a pesar de que él sepa lo que duele, debe hacerlo.
Eso sí, siempre ha sacado buenas notas, porque cuando no tenía nada que hacer, y eso era casi siempre, se ponía a estudiar, aparte de las exigencias de su padre, nunca ha bajado de un ocho.
A las cuatro y veinte su padre sale de su despacho con el chico esposado. Este tiene la mirada tranquila hasta que ve a su padre entrar por la puerta de la comisaria, es un hombre con ojeras, más o menos de la misma altura que su hijo, está cansado, estaría dormido, entra gritando.
-¿Otra vez? ¿Nunca aprenderás? -el señor empieza a gritar y Carlota se aparta por el miedo.
-No he hecho nada malo, tranquilízate. -Dice Álex con cara asustada, la primera vez que ella lo ve así durante toda la noche.
-¿Nada malo? ¿Enserio? Vale, dime que entra en tu concepto de ''malo'', porque has robado un coche, Álex.  Y no es la primera vez, ¡joder! ¡Tres veces en una semana! Y lo malo es que no solo son coches, es de todo. ¡A la próxima vas directo a la cárcel, y me estoy quedando sin dinero para fianzas!
Álex se ve silenciado. Solo se oyen las esposas al abrirse, y a continuación los pasos acompasados de este.
-Buenas noches, agente.-Dice el señor al salir por la puerta.-Y lo siento por las molestias.
El padre de Carlota asiente, y al verlos salir le dirige una mirada cómplice a su hija y la tranquiliza.
Por fin, a las cuatro y media se montan en el coche, Carlota no aguanta más, y esa noche de un dieciocho de enero mientras que el viento corre y la lluvia cae, se queda dormida en el asiento delantero del coche.

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